viernes, diciembre 28, 2012

Felices dieciséis.

Se nos cae un año por las escaleras, y aunque no se vaya a romper nada, qué de puntos, qué de hinchazones y heridas curables con desinfectante y micromina, gasas y alcohol. Teniendo en cuenta que nunca seré ni me completaré a ningún nivel, tenga once, veinte o cincuenta años, ha valido la pena (3,99 lágrimas). Quitando los vacíos, las discusiones quemables, los lloros silenciosos, el abrigo olvidado una fría mañana y el sonido del despertador, constante, puntual y cabrón, nos quedarían los gorros, el mar, los libros en verano, el piano, todo lo que he empezado y aún permanezco, los fines de semana, el sol en invierno.


Las mismas caras sonrojadas y sonrientes abrazándote, limpiándote las lágrimas, acariciándote el pelo, diciéndote todo lo que eres y lo que no eres aún conociéndote un poco. Ahí, como un inmenso árbol las raíces del cual llegan a tu ventrículo izquierdo y bombean al compás. Que se me fue el año por el desagüe, pero se me fue de la mejor manera, maldita sea. Viva las canciones descubiertas, las conversaciones metafísicas y las deducciones erróneas, las amenazadas dichas entre gruñido y enfurruñamiento.



Qué decir. Que os quiero. Aunque no os conozca, no sepa cómo os llamáis, no sepa una mierda. No importa, os quiero igual, de la misma forma. Hacedme un favor, quitaros vuestro abrigo permanente, la capa de piel que está de más y que si no os quitan a mordiscos ahí queda. Os la quitáis. Y dejáis que las cosas pasen que los años pasen y se queden en un recuerdo tangible pero borroso. No seais tan duros con vosotros mismos joder, que lo hacéis de puta madre.



Hace cuatro años, una chica muy blanca y bajita me dijo  "si te aburres, sólo piensa que estás dentro de una película y todo será más llevadero". 



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