lunes, febrero 11, 2013

Sigo viviendo bajo el mismo cielo


Llevar toda una vida intentando ser con esa esperanza, ¿cómo se llamaba? Ah, sí, futuro, que te incita a seguir intentando mostrarle un cuadro a un ciego, no hablemos de esas personas que no tiene vista pero pueden verlo todo, hablemos de esas personas con vértices que no son vértices, esas personas con películas transparentes en los ojos sucias y llenas de botellas de ron, y a esas no se les puede enseñar un cuadro, verán manchas, verán siluetas coloreadas y algunas líneas, nada más, y dirán que es romántico mientras se enfundan el abrigo porque tienen frío, tienen hambre, tienen ganas de irse. Más narcisos que la flor, todo ignoran y qué felices, qué elevada comisura de los labios que esbozan cada poco tiempo, sin esfuerzo. Pero yo estaba hablando de ser, hablar de algo que no tienes que no eres que no tendrás a no ser que te asesines yendo por la ruta irregular. Imaginad que os asesináis, caminando por la acera con un pulmón destrozado pero con una amplia sonrisa, las cejas perfectamente hechas y las uñas largas. Tu asesinato en forma de cigarro, de un cuarto sin ventanas, de una noche sin luna ni estrellas, el cielo encapotado y la presión sanguínea dando la nota. Ser la presión sanguínea de alguien, ir por sus venas hasta llegar al ventrículo izquierdo y volver a irse por el conducto azul, volver e irse, volver e irse. No existe. 



 

Y es que siempre que abro la persiana todas las ventanas están cerradas.
Quizá no mire lo suficiente.