domingo, diciembre 25, 2011



El primer trago de soledad desaparece por tu garganta, mientras intentas por cuarta vez no pensar en mí. La chimenea no está encendida, estás convencido de que el frío te hace menos humano aunque mientas cada jueves. No te has quitado el traje de teatro, intentando poder fingir tu vida un poco más, sabedor de que la realidad provoca más ginebra, y con ello más resaca de ti mismo. Empiezas a leer Rayuela para evadirte de la rutina con más rutina, te sumerges en otra vida sin quitarme de la cabeza. Por cada línea que lees recuerdas mis palabras, las palabras que te acompañan cuando nada queda. Dejas de leer y bebes más ginebra. La misma historia de siempre desde hace siete meses, bebes hasta que dejas de escuchar a la razón y suspiras. A salvo de los sentimientos. Por fin. Te anestesias el alma durante unas horas y duermes, con el traje con el que mejor finges puesto. No estás en el lugar que corresponde pero ignoras cuál es este. No importa. El frío desaparece y el calor te arropa. Sueñas al compás de la pena. El silencio raya la perfección, la que tanto queremos y nadie consigue. Porque no la merecemos.

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Sonreíd, pequeños, somos grandes aunque nadie pueda verlo. ¿Pero acaso lo necesitamos?

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