Noa rara vez hablaba. Le gustaba permanecer en silencio y escuchar. Mientras que a Vil le encantaba charlar, sobre todo de sí misma. A veces Noa recibía sobredosis de palabras y tragaba con dificultad, apretando la mandíbula hasta que Vil dejaba de hablar. Lo soportaba porque Vil nunca pudo decir nada. Nunca pudo controlar nada. Y eso Noa lo entendía, aunque perteneciese al pasado. El volcán entraba en erupción cuando Vil no era capaz de entender las expresiones faciales de Noa. Le preguntaba. Le preguntaba. Le preguntaba. Noa no
- STOP -
Vil removía su taza todas las mañanas a las nueve y media, siempre con el pijama mal puesto y odio en sus ojos. Madrugaba porque podía. Se tomaba el café porque podía. Estudiaba física porque podía. Sólo eso. Todas las mañanas perdía el bus para verlo marcharse sin ella dentro. Esbozaba una media sonrisa y manchaba sus zapatos para destruir algo hermoso y limpio a pesar de que después desperdiciase las noches limpiándolos. Le gustaba recordarse que podía destruirse con facilidad. Introducía el dedo en la herida para sacar las astillas. Y nunca gritaba.
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